Las primeras plantas que habitaron en la tierra

Las primeras plantas no nacieron sobre la tierra, sino en el mar. Y no se trataba todavía de plantas propiamente dichas, sino de microscópicos seres vivientes, capaces de reproducirse por escisión y que, a través de una serie de evoluciones sucesivas, se convirtieron después en otros seres más evolucionados.

Siendo de muy reducido tamaño y de consistencia gelatinosa, estos primeros seres vivientes de aspecto muy similar al de las bacterias, no dejaron en las rocas huella alguna de su presencia, por lo que no disponemos de ningún punto de referencia que nos permita establecer con cierta exactitud su aparición en las aguas marinas.

Las antiquísimas rocas, que se remontan a los albores de la vida sobre la Tierra, aparecen totalmente exentas de fósiles.

Nitrosomas, Thiospirillum y Pseudomonas fluorecens, primeras plantas microscópicas que llegaron a habitar la tierra.

Sin embargo, los estudiosos se muestran unánimemente de acuerdo en considerar que la vida en la Tierra debió empezar hace unos dos mil millones de años, evolucionando después.

Las rocas pertenecientes al último período de la era Arcaica, es decir, las rocas con una antigüedad aproximada de 600 millones de años, ya contienen algunos fósiles de algas azul verdosas (cianofíceas).

Estos vestigios, aunque no bastante para permitirnos una exacta reconstrucción de la vida vegetal y animal de aquellos tiempos, son importantísimos porque nos llevan a la conclusión de que la vida debió empezar muchísimo antes: tal vez hace mil quinientos millones de años.

En efecto, las algas ya son organismos muy evolucionados, si se las compara con los primitivos flagelados.

Thamnolia Vermicularis

Según los estudiosos, el paso des. de las primitivas y pequeñas esferas gelatinosas, mitad vegetales y mitad animales, hasta los seres unicelulares más perfeccionados, ya distinguidos en animales y vegetales, y hasta los seres integrados por varias células, tuvo lugar a lo largo de períodos de tiempo muy prolongados.

Los flagelados se unieron en determinado momento, formando colonias y masas gelatinosas de individuos al principio independientes y después cada vez más unidos unos a otros, hasta convertirse en un solo individuo más complejo y capaz de reproducirse, multiplicarse y morir.

Para que de los primeros seres vivientes pudieran derivarse formas vegetales bien evolucionadas, como las algas, hicieron falta casi mil quinientos millones de años de lenta transformación.

Cladonia Coccifera

Las algas fueron las primeras plantas de características vegetales bien definidas que se difundieron por todo el globo, aunque naturalmente sólo lo hicieron en aquellos puntos donde la superficie se hallaba cubierta por las aguas.

Las huellas fósiles que se han encontrado en rocas pertenecientes a hace 400 millones de años nos demuestran la existencia, en los fondos marinos, de una gran variedad de algas, muy parecidas ya a las especies actuales.

En la tierra, en cambio, no existía por aquel entonces huella alguna de vida, ni animal ni vegetal.

Cuándo abandonaron las algas el agua

Hace unos 450 millones de años, en el período Silúrico, una acusada elevación de la corteza terrestre hizo que afloraran a la superficie muchos fondos marinos.

Este fue probablemente el fenómeno que obligó a las plantas marinas a transformarse para poder sobrevivir. Durante centenares de millones de años habían vegetado en las aguas, sin variar de forma.

Pero, cuando al secarse las cuencas se encontraron en contacto con el aire, no tuvieron más remedio que modificarse y adaptarse al nuevo ambiente.

Una vez iniciada, la evolución de las plantas se desarrolló en etapas rapidísimas, de modo que, en poco más de cincuenta millones de años, las simples algas casi microscópicas se convirtieron en árboles gigantescos, que formaban los bosques del período Carbonífero.

Las primeras plantas evolucionaron para vivir

Para sobrevivir, una vez en contacto con el aire las plantas tuvieron que modificar sus propias características vitales, mediante una transformación muy prolongada cuyos detalles se nos escapan.

Pero una vez adquirida la capacidad de utilizar el oxígeno de la atmósfera terrestre, se encontraron en las mejores condiciones para poder desarrollarse en nuevas formas cada vez más adecuadas al ambiente.

El fondo marino siempre es rico en restos de animales y plantas, que forman un terreno muy fértil.

Cuando, al retirarse las aguas, emergieron del mar grandes extensiones de tierras, éstas se hallaban recubiertas de un grueso estrato de humus que ofrecía a las plantas un ambiente ideal para su desarrollo.

Cuándo aparecieron los primeros árboles gigantescos

Las primeras plantas terrestres derivadas de las algas marinas estaban bastante bien desarrolladas, pero no eran capaces de producir semillas aptas para su reproducción.

Para difundirse y perpetuar la especie se servían de las esporas, tal como siguen haciendo actualmente los helechos y otras plan-tas.

Pero, al igual que en el caso de los helechos, las esporas transportadas por el viento y caídas al suelo no daban lugar directamente a otras plantas: producían únicamente gametofitos, finas láminas en forma de corazón, que se adherían al suelo y se convertían en óvulos y células masculinas.

Ejemplares extintos de esquinetos; 1 brote de calamophyton, 2 Sphenophyllostachys, 3 Crucicalamites, 4 Protohyenia janovil.

De la unión de estos elementos nacía finalmente la nueva planta.

Para que este complicado proceso reproductor llegara a buen fin era preciso que las esporas dispusieran de un terreno muy húmedo; de ahi que este tipo de plantas sólo pudiera difundirse en las regiones pantanosas y en las cuencas ricas en aguas, mientras que las laderas de los montes y las zonas más secas siguieron siendo desérticas hasta que no aparecieron plantas capaces de reproducirse con mayor rapidez.

Este tipo de vegetales más evolucionados derivó de otra familia de plantas, que aparecieron inmediatamente después que las duisbergias: se trata de las equisetáceas, de los helechos y de las licopodiáceas.

Dignas de especial mención son las equisetáceas o colas de caballo, porque los últimos representantes de estos antiquísimos vegetales crecen todavía a nuestro alrededor, en los terrenos arenosos, si bien en formas enanas.

Las primeras plantas que se extinguieron en la tierra

Si nos imaginamos a las colas de caballo en tamaño gigante, hasta adquirir dimensiones arbóreas, podremos hacernos una idea de los bosques de hace 300 millones de años.

En efecto, las colas de caballo son las últimas descendientes de las calamitáceas, plantas que formaban antiguamente bosques enteros de aspecto característico. Por una forma de degeneración bastante común en el mundo vegetal, con el paso del tiempo estas gigantescas plantas se fueron reduciendo cada vez más de tamaño.

Hoy en día se conocen aproximadamente veinticinco especies distribuidas por todo el mundo, a excepción del Asia austral. Las colas de caballo se encuentran en una amplia variedad de ambientes.

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