La aparición del hombre Neanderthal

By Alejandro Cruz / Publicado Ene. 23, 2025 a las 5:51 pm

La era Cuaternaria suele dividirse en dos períodos: el Pleistoceno, durante el cual tuvieron lugar las mayores glaciaciones, y el Holoceno, que registró la consolidación del dominio del hombre sobre todos los demás seres de la Tierra. 

Según la mayoría de los geólogos, las trazas de los primeros hombres se remontan a principios de dicha era, pero algunos sostienen que ya existía una primordial especie de seres humanos a finales de la era anterior.

Durante todo el período Pleistoceno el hombre se extendió muy lentamente sobre la Tierra y, con la simple ayuda de su fuerza física, tuvo que luchar para poder sobrevivir contra toda clase de dificultades y peligros.

Los mayores peligros estaban representados por los animales de gran tamaño y de naturaleza a menudo feroz, a los que el hombre primitivo tenía que disputar el dominio de las selvas y praderas. 

¿Cuándo aparecieron los homínidos sobre la Tierra?

Muchos de estos animales, como el tigre de dientes de sable y el oso de las cavernas, desaparecieron hace ya mucho tiempo. 

Otros, como el león, la hiena y el leopardo, viven todavía en zonas cálidas y hospitalarias.

En las regiones frías seguía reinando el mamut, que probablemente fue objeto de la atención de las primeras tribus de hombres cazadores.

En efecto, un mamut muerto constituía una enorme provisión de carne para toda la tribu, y los hombres primitivos inventaban toda clase de ingeniosas trampas para capturar a estas enormes bestias. 

Los llamados homínidos eran muy distintos Homo sapiens, nuestro antepasado directo.

Contra el mamut y todas las terribles fieras que les acechaban, los hombres disponían del arma más eficaz: la inteligencia.

Pero, ¿de dónde procedía este nuevo ser que iba extendiendo pacientemente su propio dominio sobre todos los demás animales? ¿De qué proceso evolutivo había nacido? 

La respuesta es fácil y difícil a un tiempo, porque aun cuando muchos fósiles testimonian la directa derivación del hombre de unos seres primitivos surgidos de la evolución de algunas familias de simios.

Estos mismos fósiles no logran explicarnos cómo, en determinado momento de su evolución, se encendió en el cerebro de nuestros antepasados la maravillosa chispa de la inteligencia.

En el campo del desarrollo de la vida animal los descubrimientos más sorprendentes se refieren a la evolución de los simios. 

Aparecidos en épocas también muy lejanas, estos animales se fueron diferenciando poco a poco en varios grupos, algunos de los cuales alcanzaron un aspecto muy cercano al del hombre.

Numerosos hallazgos fósiles de estos últimos decenios demuestran que algunas ramas de la familia de los simios, ahora extinguidas, habían adquirido no sólo la capacidad de caminar en posición erguida, como el hombre, sino también la de elaborar y utilizar utensilios primitivos, en especial armas rudimentarias para atacar a sus adversarios.

Se trata de los llamados homínidos, muy distintos todavía al Homo sapiens, nuestro antepasado directo.

Según los más recientes descubrimientos, estos homínidos vivieron entre finales de la era Terciaria y comienzos de la Cuaternaria.

Los homínidos siguieron evolucionando a lo largo de toda la era Cuaternaria, pasando por distintas fases documentadas por los hallazgos de cráneos y de otras partes del esqueleto. 

Estos hallazgos nos indican las etapas fundamentales de la evolución humana: del pitecantropo significa “hombre simies”, porque tal era el aspecto de este ser primitivo cuyo cráneo, sin embargo, iba aumentando progresivamente de volumen, con objeto de poder albergar un cerebro cada vez más grande y evolucionado.

¿Cuándo apareció el hombre de Neanderthal?

El pitecantropo ya estaba en condiciones de construir sencillos instrumentos de piedra. 

Su arma típica era la amígdala, es decir, una piedra tallada en forma de almendra de gran tamaño, que empuñaba directamente o bien atada a un palo, constituyendo así las primeras hachas.

Una variante de este homínido fue el sinantropo u hombre chino, cuyo cráneo era todavía más desarrollado. 

Sus restos fósiles se remontan a hace 500.000 años, y por su posición nos induce a suponer que el sinantropo practicaba cierto culto de los muertos, es decir, que ya poseía una primitiva forma de vida espiritual.

Cráneo de tigre de dientes de sable

Pasaron otros 300.000 años antes de que apareciera el hombre de Neanderthal, el ser que abandonó finalmente la vida errante y que, de recogedor de alimentos vegetales y moluscos que era, se transformó en cazador, empezando a alimentarse con la carne cruda de sus presas.

Su nombre deriva del valle de Neanderthal, cerca de Düsseldorf, Renania, donde en el año 1856 fueron hallados, en una pequeña gruta, los primeros restos fósiles de una nueva raza de seres humanos mucho más evolucionados que el pitecantropo. 

Se trataba de un trozo de cráneo y de algunos huesos dispersos, pero muy pronto tuvieron lugar otros muchos hallazgos en varias regiones de Europa, en Francia, en Bélgica, en Gibraltar y en Croacia, lo que hizo posible definir mejor las características de estos hombres.

Evolución de los primeros hombres que habitaron la tierra

El hombre de Neanderthal era más bien bajo: su altura media correspondía a 1 metro 55 centímetros. Pero poseía un esqueleto muy recio, y sus músculos eran fuertes.

Muy característica era la forma del cráneo, con arcadas supraorbitales acentuadas y sin interrupción mediana. El rostro era alargado, la nariz ancha y aplastada como la de la raza negra actual, y la frente y el mentón eran huidizos. 

Su cuerpo velloso y su rostro simiesco le conferían aspecto de animal. Sin embargo, el hombre de Neanderthal ya registraba un grado considerable de inteligencia.

¿Cuándo se vio obligado el hombre a vivir en las cavernas?

Los hombres pertenecientes al grupo de Neanderthal vivieron en el período de mayor extensión de los hielos del Cuaternario, siendo por tanto en buena parte cavernícolas.

Eran hábiles cazadores, y para capturar a los rinocerontes, los bisontes, los renos y las cabras que vivían en su ambiente, se reunían en grupos. Conocieron, por tanto, las primeras formas de vida asociada.

No siempre conocían el uso del fuego, de ahí que se alimentaran predominantemente de carnes crudas, a las que siempre añadían arcilla, sin que se haya logrado establecer con qué finalidad. 

El caso es que esta costumbre de mascar carnes con arcilla provocaba un rápido desgaste del esmalte de los dientes, que se cariaban, se estropeaban y caían rápidamente.

El dolor de dientes era, a juzgar por los cráneos hallados, la enfermedad más extendida entre los hombres de esta raza. 

Los más evolucionados trabajaban la piedra con extraordinaria rapidez, obteniendo así los utensilios más dispares.

En sus tumbas se han hallado restos de comida y objetos de uso cotidiano, en piedra, confiados al muerto como si éste tuviera que utilizarlos en el ultratumba. 

Semejante detalle nos hace suponer que estos hombres primitivos creían en una vida ultraterrenal y poseían creencias y costumbres religiosas.

Los primeros hombres que habitaron la tierra conocieron el fuego y otros aprendizajes atravez de prueba y error.

En las cavernas que albergaron a los primeros hombres es fácil encontrar restos fosilizados de enormes animales que ocupaban las cuevas en competencia con nuestros antiguos progenitores. 

Se trata a menudo de esqueletos de osos de las cavernas, antepasados directos de nuestro oso pardo, al que se parecían muchísimo.

Este animal era, sin embargo, de un tamaño mucho mayor que el de los osos actuales, tenía la cabeza más grande, dotada de fuertes colmillos, y las patas más cortas. 

En la mayoría de los casos el hombre que deseaba adueñarse de una caverna para albergarse en ella, antes debía expulsar al oso, asfixiándolo con el humo de las hogueras que encendía en la entrada y haciéndole frente después con sus armas de piedra.

Y, una vez conquistada, la caverna tenía que ser defendida día y noche de las invasiones de las fieras, mediante hogueras encendidas junto a su entrada.

En Europa se han encontrado gran número de esqueletos de osos de las cavernas.