Cuando las especias llegaron a valer más que el oro

By Alejandro Cruz / Publicado Ene. 29, 2025 a las 4:26 pm

Las valiosísimas especias, que habían sido la fortuna de las repúblicas marineras, eran conocidas y se utilizaban en Europa desde los tiempos más antiguos. Sin embargo, su origen seguía siendo un misterio.

Los mercaderes árabes solían facilitarlas a los comerciantes europeos con asiduidad, pero aquellos astutos aventureros jamás habían revelado su procedencia.

Sólo gracias a los grandes viajes de exploración fue posible conocer el origen de la nuez moscada, la canela y el clavo. Este último lo encontraron los holandeses en las islas Molucas. 

Durante mucho tiempo se procuró impedir que se “robaran” ejemplares de la planta del clavo con el propósito de trasplantarlos a otras posesiones coloniales, pero en el siglo XVIII el cultivo del clavo se extendió ampliamente a otras regiones tropicales. 

Hoy existen grandes plantaciones de clavo en Madagascar, donde lo introdujeron los franceses. En la época de la floración el intenso perfume de estas plantas se aspira a 300 kilómetros de la costa.

Debido a que para obtener varias especies se tenían que hacer recorridos muy largos en grandes barcos, fue que su precio llegó a superar incluso al oro.

El cultivo de la canela se halla también extendido actualmente por muchos países tropicales.

La canela procede de la parte interior de la corteza de un árbol que crece espontáneamente en la isla de Ceilán y en la India. 

Hace algunos siglos se la consideraba tan preciosa que hasta había provocado auténticas guerras entre las naciones deseosas de controlar su producción. 

La isla de Ceilán pasó del dominio portugués al holandés, y luego al inglés, precisamente porque estos tres países aspiraban a adueñarse de las plantaciones.

La especie más conocida y solicitada sigue siendo la pimienta. En la Edad Media, los pequeños granos negros de esta substancia picante eran considerados tan valiosos, que alguien llegó a proponer su utilización en calidad de moneda para los intercambios.

Sus grandes hojas, dispuestas en hélice, son ovaladas. Las flores se presentan arracimadas en espigas colgantes y producen unos frutos esféricos, que primero son verdes y después rojos. Si se recogen en esta fase de maduración y se dejan secar, se convierten en oscuros y arrugados, dando lugar a la pimienta negra, que es la más corriente.

Si, por el contrario, se dejan madurar del todo, los frutos de la pimienta adquieren una coloración parda y producen en su interior una sola semilla redonda. Liberada de la cáscara, la semilla forma la pimienta blanca, de sabor menos picante.

Cuándo eran los tulipanes preciadas flores

La familia de las liliáceas es muy extensa. Bastará recordar que, aparte los lirios, cuenta con más de 4.000 especies, entre las cuales cabe citar las siguientes: cólquico, eléboro blanco, ajo, cebolla, jacinto, áloe, gamón, drago, yuca, puerro tulipanes, aspidistra.

Los tulipanes se cuentan entre las liliáceas más conocidas y extendidas actualmente, pero hace algunos siglos constituían una auténtica rareza y se consideraban flores muy preciadas y costosas.

Los tulipanes rápidamente se convirtieron en una de las flores más cotizadas por su gran hermosura.

Cultivados desde muy antiguo en Turquía, donde en el siglo XVI ya se conocían más de 1.300 variedades, llegaron a Europa en la segunda mitad de dicho siglo, alcanzando su máximo desarrollo en el XVIII, cuando no había jardín que no tuviera un lugar reservado a estas maravillosas flores.

Para adquirir bulbos de calidades preciadas se gastaron en aquellos tiempos cifras fabulosas.

La llegada de las especias a América

Antes del descubrimiento de América no había nadie en Europa que comiera puches de harina de maíz.

En efecto, el maíz, del que se obtiene la harina amarillenta, era desconocido entre nosotros antes de importarlo del nuevo continente.

Aquellas poblaciones ya producían distintos tipos de maíz, adecuados para varios usos. 

Pero los sucesivos cruzamientos han dado lugar a otras variedades que resultan más apreciadas, tanto por la cantidad de semillas que producen como por la calidad de sus panochas.

Sin embargo, más importante que el maíz fue la llegada a Europa de un extraño tubérculo comestible llamado patata. Originaria de Chile y Perú, esta planta fue descubierta por los españoles en el transcurso de sus primeros viajes de exploración. 

Durante muchos años la importancia alimenticia de este tubérculo fue casi totalmente desconocida. Sólo hacia finales del siglo XVIII se inició en Europa su cultivo.

Otras importantes hortalizas introducidas en nuestro continente tras el descubrimiento de América fueron los pimientos, algunas especies de calabacines y alubias, y los tomates.

La variedad de frutas y verduras que comenzaron a llegar a América fue pieza clave para que las especias comenzaran a tener un precio más justo.

¿Cuando se negó Carlos V a comer piña?

Entre los frutos más preciados y de sabor más delicado que llegaron a Europa tras el descubrimiento de América se cuenta, sin lugar a dudas, la piña.

Debido, en cierto modo, a las dificultades de conservación, y también al recelo que inspiraba, antes de conquistar Europa la piña tuvo que esperar al advenimiento de los transportes rápidos, las industrias conserveras y la publicidad.

Por otra parte, el propio emperador Carlos V, al ofrecérsele por primera vez una piña, se negó a saborearla temiendo que fuera venenosa.

Hoy, en cambio, se produce en grandes cantidades en todos los países ecuatoriales, que es donde se conjugan las condiciones de luz y de calor más favorables para su desarrollo. 

El primer europeo que conoció la piña fue Cristóbal Colón, que la encontró en las que él llamaba Indias Occidentales.

De un tamaño de hasta veinte centímetros, la piña recuerda por su forma a la piña de los pinos: por eso se la conoce más con este nombre que con el suyo: ananás. 

La planta, de características hojas alargadas y espinosas, sólo fructifica al tercer año de vida.

¿Por qué las especias no superaron al oro a largo plazo?

Sí, en ciertos períodos y regiones de la antigüedad y la Edad Media, algunas especias como la pimienta, el clavo, la nuez moscada, la canela o el azafrán llegaron a valer “más que su peso en oro”. 

Este fenómeno se debió a su escasez, la complejidad de las rutas comerciales y la alta demanda en Europa, donde eran símbolos de estatus, además de usarse para conservar alimentos, en medicina y en rituales religiosos. 

El oro mantuvo su valor universal como reserva económica, mientras que el precio de las especias se desplomó cuando las rutas comerciales se abrieron y su producción se expandió (ej: colonización de Indonesia por los holandeses). 

Aun así, en su apogeo, ciertas especias fueron “literalmente oro rojo” para quienes controlaban su comercio.