Formas de energía en la era primitiva

Hoy se escucha muy a menudo la palabra “energía primitiva”: energía eléctrica, energía mecánica, energía nuclear. El término es muy antiguo: se remonta a los albores de la humanidad.

La única forma de energía que conocía el hombre primitivo era la muscular: en efecto, con la simple fuerza de sus músculos obtenían nuestros antiquísimos progenitores todo lo necesario para vivir y dominar la naturaleza.

El hombre se percató muy pronto de que podía aumentar la energía de que estaba dotado mediante la utilización de instrumentos especiales: un trozo de madera, un trozo de hueso, una piedra afilada, se convertían en elementos más eficaces que la simple mano desnuda.

De hecho, una de las principales características que distinguen al hombre de los animales es la capacidad para modelar objetos naturales con fines definidos.

La mayor parte de las piezas prehistóricas son claramente utensilios o armas destinadas a suplir deficiencias físicas. La importancia que tuvo esto para el proceso evolutivo fue enorme: en efecto, con tales instrumentos, el hombre encontró mayores facilidades para todo.

Los hombres de las cavernas comenzaron a experimentar con las energías que tenían a su alcance.

Cuando el hombre primitivo se convirtió en cazador de animales rápidos y de aves, descubrió la utilidad del propulsor y del arco y las flechas.

Con ellos se sintió más fuerte y capaz de competir con los propios animales: el alimento necesario para su subsistencia quedaba de esta manera asegurado.

El propulsor y las flechas fueron las primeras auténticas armas del hombre, y marcaron en su vida una etapa definitiva.

El propulsor era un trozo de madera en el que se insertaba un venablo, con lo cual podía lanzarse lejos con mucha más fuerza.

Se trataba, en suma, de una especie de prolongación del brazo humano, de una especie de catapulta otro tipo de energía primitiva.

El progreso que el hombre llevó a cabo tras el descubrimiento de estas armas fue muy rápido, señal evidente de que constituían para él una etapa decisiva en su evolución.

Además, y gracias a ellas, nuestros progenitores consiguieron ser más profundamente conscientes de la energía muscular de que estaban dotados, la cual, a pesar de verse acrecentada con la ayuda de tales instrumentos, seguía constituyendo su fuerza principal.

Cuándo se comenzó a obtener provecho de la energía animal

En un período que los estudiosos de la historia humana sitúan entre los años 8000 y 5000 a. de J.C., es decir, en el período Neolítico, el hombre empezó no sólo a combatir exclusivamente a los animales, sino también a criarlos.

Hacía muchos milenios que luchaba contra animales mucho más grandes y fuertes que él para poder alimentarse de ellos y utilizar sus pieles.

Ahora había comprendido que era preferible ganarse su amistad para disponer de ellos sin necesidad de capturarlos y matarlos constantemente.

Pronto se dieron cuenta que algunos animales servirían para poder obtener energía, no solo como alimento.

Es probable que los primeros animales que domesticara el hombre fueran los que le servían de alimento. Pronto aprendió, sin embargo, a domesticar también a otros animales de mayor tamaño, que podían ayudarle a cultivar los campos.

Cuántas veces habremos tenido ocasión de observar en la realidad la inmensa ayuda que aportan a las actividades humanas nuestros amigos los animales.

Pensemos, por ejemplo, en los numerosos servicios que en el transcurso de tantos milenios le han prestado al hombre en la agricultura: han estado a su lado en las faenas de labranza, siembra, riego y desmonte.

Cuándo empezó el hombre a servirse también de las fuerzas de la naturaleza

El impulso inicial hacia el progreso lo había hallado el hombre en la necesidad elemental de la supervivencia en las energía primitiva.

A medida que su vida se libraba del acoso del hambre, empezó a buscar también lo que pudiera resultar agradable. La necesidad ya no era el único resorte que lo impulsaba a actuar: nacía en él la curiosidad.

¿Que impulsaba, por ejemplo, al hombre primitivo a alejarse del ambiente en el que estaba acostumbrado a vivir, a aventurarse por las traidoras aguas de los ríos o el mar, a utilizar las poderosas y misteriosas fuerzas que le ofrecía la naturaleza?.

La necesidad, pero también la curiosidad, dos poderosos resortes que han favorecido el progreso humano en todas las épocas.

Cuándo empezó el hombre a servirse de la fuerza del viento

No puede establecerse con exactitud cuándo empezó el hombre a utilizar el viento como fuerza natural, pero es probable que ello ocurriera comienzos del Neolítico.

En efecto, en este período se construyeron las primeras embarcaciones de vela como parte de energía primitiva. El arqueólogo Filinders Petrie halló en 1929, durante las excavaciones de Fayum, un pequeño modelo en piedra de embarcación de vela, construido hacía más de 11.000 años.

Las primeras barcas y canoas servían para transportarse y se dieron cuenta que el viento era una forma de energía.

Las embarcaciones de vela se difundieron enormemente, hasta el extremo de que en el siglo XVIII seguían gozando de gran auge.

Los molinos de viento poseen también orígenes muy antiguos. Los más famosos son los holandeses.

Cuándo se empezó a aprovechar la energía solar

La energía solar, que da vida a todos los seres de la Tierra, es tal vez la única que el hombre no ha aprendido todavía a aprovechar adecuadamente.

Por lo que respecta a la salud física, hace muy pocos decenios que la medicina ha descubierto los saludables tratamientos helioterápicos.

Si pensamos que el Sol emite constantemente una sorprendente cantidad de energía imposible de calibrar, y si consideramos que toda la vida que hay a nuestro alrededor depende de ella, comprenderemos cuáles son las perspectivas de utilización de esta inagotable fuente de energía.

Actualmente funcionan ingenios muy complicados alimentados por la energía solar. Recordemos, por ejemplo, los OSO (Orbiting Solar Observatory), dotados en su superficie exterior de células solares especiales, que producen energía eléctrica.

Otros ingenios análogos se han instalado en aparatos destinados a la exploración espacial.

Un modo particular de utilizar la energía del Sol es el llamado horno solar, integrado por una serie de espejos reflectores como una de las primeras energía primitiva.

Uno de estos modelos funciona en Odeillo- Font Ro-meu, en los Pirineos orientales. Recientemente se ha experimentado un automóvil eléctrico dotado de acumuladores alimentados por baterías solares.

Los vehículos eléctricos no constituyen una novedad: se utilizaron por primera vez hace más de un siglo, y las primeras aplicaciones prácticas importantes se remontan al año 1900.

Entre las más evidentes ventajas de los vehículos eléctricos, recordemos la ausencia de humos o descargas contaminadoras de la atmósfera, y lo silencioso de su funcionamiento.

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